jueves, 22 de abril de 2010

No fué el Diablo... tan sólo hacía mucho frío



En clase hemos hablado de las propiedades de la materia y sus diferentes estados: sólido, líquido y gaseoso.

Ésta es la historia que os conté en clase sobre el órgano de San Petersburgo, en Rusia. La fuente es el blog "La Aldea Irreductible", que tiene artículos muy interesantes sobre ciencia. Te animo a que escuches su podcast.


Aquella noche de invierno de principios del siglo XVIII los habitantes de San Petersburgo apenas pudieron dormir... La ciudad crujía y se oían extraños sonidos en las oscuras calles pero, sobre todo, hacía frío... mucho frío.

Muchos termómetros se rompieron y media ciudad se hallaba bajo una intensa nevada.

A la mañana siguiente, la población tiritando se dirigió a la Catedral para rogar a Dios que los protegiera contra la ola de frío.

Cuando las puertas de la Catedral de San Pedro y San Pablo se abrieron, observaron un hecho insólito:
El gran Organo que presidía el altar estaba totalmente destruido y los tubos de estaño que lo componían se hallaban dispersos por el suelo.

"¡El Diablo... ha sido el Diablo!!" comenzaron a gritar los clérigos de la Iglesia... La muchedumbre allí congregada se miró asombrada y acto seguido, también comenzó a decir con asombro: ¡El Diablo ha destruido el órgano!... ¡Satanás ha entrado en la casa de Dios y ha roto el órgano!

Uno de los allí presentes, se acercó a los restos de aquellos tubos y al cogerlos con la mano, comprobó lleno de espanto que se deshacía como si estuviera hecho con granos de arena.

El tiempo y los años, pusieron al Diablo en su sitio y se supo que el constructor del órgano hizo los tubos con estaño, un material muy adecuado para las cálidas temperaturas de las catedrales mediterráneas, pero muy poco indicado para una Catedral en San Petersburgo.

El estaño tiene una propiedad bastante curiosa: Cuando la temperatura descendió por debajo de los 50º bajo cero, los átomos se reorganizan y el estaño se vuelve gris y se deshace como si fuera polvo...

Hoy en día podemos afirmar que aquella noche hizo mucho, mucho frío... tanto, que ni el Demonio se atrevió a pasar por San Petersburgo.

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